Friday, October 31, 2014

San Sebastián de Mishima

Yukio Mishima como San Sebastián (Fotografía de Eiko Hosoe)



"San Sebastián de Mishima"



Dolor que de ti yo veo,
como el placer que me llega sin tocarte.

Sudor que se desliza del cielo agonizante
y empapa tus axilas y lo corto de tu pelo.

Tu pecho y de tu abdomen... 

Sus ralos vellos,…

Profundas
las heridas de las flechas apenas te desangran,
como si besaran la cuerda que te amarra,
como si mordieran en lo alto 
esas manos que sin fuerza se desatan.

Soy el árbol y el bosque que te encuadra,
duro, frondoso, 
exhorbitante cubierta de tu cuerpo;
santo hermano,
brote de deseo humano entre telas abultado,

por ti y al verte, 
falto de color,
de inquietud de ti me duelo.



(Gustavo Thomas © 2012-2014)






Monday, October 6, 2014

El amante de Beirut


Gustavo Thomas fotografiado por Saad Zaal Salloum en Beirut, Líbano (2013)



Beirut de noche, 
Beirut de día,
Beirut en mi cama, 
en el suelo, en mi patio.

Me hizo falta escuchar las notas de tu pueblo
para descubrir que te quiero
aquí de nuevo
y que ya impotente, no te puedo.

Tengo aquí tus labios,
cubiertos con el manto de tus ojos penetrados,
con ese tu dolor
y aún más, la memoria de un silencioso duelo.

Deambulo en tus imágenes que no están cerca
moviéndome al ritmo que nuestros cuerpos al sol lo hicieron,
en su cama, en su sala, en su patio,
¡como dos limpios e ingeniosos hermanos!

Fueron esos giros y esas vueltas 
los que me dejaron ahogando,
nadando en culpa de tu amor. 
Mis lágrimas convertidas en un irónico pantano.

Es tu ausencia aquello que me empapa.
Tambaleante mal mi mano 
ahora me detiene,
extraño no ver tu rostro, que se me pierde,
sin besar ya tu sal por ningún lado. 

Te conocí sin remedo ninguno
descritos claros mis puntos y los tuyos
probaste todo de mí y repetiste con gusto
dijiste -más te quiero-, continué 
y las veces se siguieron.

Pasaron noches, días, camas, suelos,
hasta el tiempo que me contaste tus sueños.
Fui tentado a exponer mi pienso.
Te dejé ir, 
y ninguno de los dos quedó en recelo.

Era tu futuro, tu libertad,
tu crecimiento,
lejos de donde tu pueblo ejerce sus moralinos misterios.

¿Qué hiciste con tu cuerpo en ese tiempo?
¿Lo diste, lo vendiste 
o lo pesaste en dinero?

No lo sé, estabas lejos;
me llamaste tarde,
ya estabas recostado, muerto.

No entendí tus gritos que fueron escritos
ni ese -volver yo quiero-
el estar en confusión sin rumbo,
necesitar hablar y recibir de mí otro consejo.

¡Qué triste es saber que te amo sin haberte ya tenido,
 y querer estar contigo sin poder ahora conseguirlo! 

Beirut de noche,
Beirut de día...

Tu muerte le canta hoy a mis pies y a mis cansados brazos.
Apenas pronuncio tu nombre 
y la sangre corre
con el roce de mis labios.

Beirut en mi cama,
en el suelo, en las lozas frías de mi patio.



Gustavo Thomas © 2013-2014